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Historias > Tapar Lo Que No Quieres Ver
2016-01-27
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Me encanta, es cosa de unos cuantos miles de millones de euros en contratos, la pasta gansa que hace que el representante de una dictadura se convierta en una visita de estado. No es nada nuevo y ahora lo estamos viendo en Roma, con la visita del presidente Rohaní y cómo es recibido por todo el mundo con parabienes. Es que es rico, de cojones, lleno de dinero del que necesitan todos. Por eso el Papa Francisco le recibe como a un hermano y todos contentos con él, con sus ministros y sus cien empresarios que, según leo, ya el primer día confirmaron su calidad humana y democrática (es un decir) firmando contratos por 17.000 millones de euros. Con un poco más acababan con la pobreza extrema del mundo. Con mucho menos podrían introducir los derechos humanos en su país. Pero esto no se cuestiona, para qué. No se ha cuestionado cuando los jeques de otras dictaduras, árabes, llegaban a los países ricos luciendo petrodólares... Más de lo mismo.
Pero la noticia ha saltado por un detalle curioso: para que los ricachos iraníes no sufran la exhibición de la concupiscencia del mundo antiguo y degenerado, se han escondido las estatuas de desnudos y demás de los Museos Capitolinos. Lo han recogido profusamente todos los medios en sus formatos digitales y clásicos, porque esta tontería permite echar un poco pestes de los ricos (ricos, no lo olvidemos, porque ahora les han dejado volver al comercio internacional tras un incomprensible e interesado bloqueo por un quítame allá estas cosas de lo nuclear... pero Occidente, o sea, nosotros, no operamos más que por impulsos de las grandes políticas y las grandes economías y pocas veces se analiza en el fondo a ver qué hostias pasa, por qué ahora Irán es superguay, como lo fue de repente Gadafi y su Libia tras haber sido el Mal con mayúsculas y luego el amigo exótico y sahariano, y luego después el animal acorralado y al que matamos en un desagüe... esta es la historia magnífica de nuestro mundo atlantista y occidental, no nos engañemos).
Paralelamente, coincidiendo en la idea (tapar para que no se vea algo que no quieres ver) y bastante en el fondo, que es evitar que viendo algo que nos incomoda se ponga de manifiesto el absurdo de lo que somos o lo que vendemos, en Londres han tapado también un mural incómodo. Claro que no veo similar despliegue ante lo de la embajada francesa de Londres. ¿Saben de qué hablo? En mi entorno he constatado que no, que de esto no se habla tanto, que esta censura meapilas y oscurantista no preocupa tanto.
Bansky es un artista, un pintor de la calle, que el otro día colocó un mural en Knightsbridge, frente a la embajada francesa: con su bandera aparece Cosette, la niña de los Miserables (el musical, aunque la imagen apareció en un grabado de la novela de Victor Hugo) empezando a ser cubierta por el humo de una bomba lacrimógena que humea bajo ella. Era una denuncia por el uso de gases lacrimógenos en La Jungla (Calais), ese campo de refugiados nazi, huy, perdón, contra posibles delincuentes que nos invaden, etcétera.
Posiblemente lo mismo tampoco han oído hablar demasiado de La Jungla, el apodo de este lugar terrorífico donde más de 7000 personas esperan para atraverar el Eurotunel y pasar al Reino Unido. Hasta la ONU lo identifica como una zona de crisis. Otro está en el aeropuerto de Berlín, otro más en... en fin, qué más da. En Calais están esperando para dar el salto, como hacen frente al muro en Melilla, como se hace en tantos sitios. Pero en las últimas semanas la cosa ha ido a peor, por un lado por la respuesta y protesta de los habitantes de la zona, que no solamente es xenofobia (¿quién desea tener una zona de crisis al lado de casa?) pero donde se mezcla esto y otros problemas, bandas parapoliciales, bandas de las otras, y al final llegaron el pasado día 5 de enero los antidisturbios en plan cabalgata de reyes y gasean al personal. Y Banski realiza una acción inspirado en esta historia.
Un mural no es más que una denuncia. Más sin duda cuando lo hace alguien como Banski. Y eso no gusta, tampoco. Y no se les ha ocurrido más que ir y tapar el mural, un edificio en restauración. Cierto, cuentan, que alguien intentó robar el mural, realizado en parte sobre unos tablones que cubren la obra, y que la policía metropolitana hubo de custodiarlo. Cierto, cuentan, que fueron obreros de la finca los que taparon el tema, para protegerlo. Ni más ni menos que lo que han hecho en Roma. (Por cierto,
una expo "seria" de Bansky en esta noticia.)
Tapar lo que no quieres ver. Es la solución que se aporta cuando no queremos reconocer el problema, cuando no nos planteamos solucionar el oprobio. Lo tapamos, y punto. Es que hay dinero de por medio, ya saben.
2016-01-27 12:40 Enlace
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