Una de las piezas emblemáticas del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) es la parte delantera de un Boeing 747, que acaba de ser colocada en la nueva sede del centro, la caja de cristal de A Coruña. La gente del MUNCYT ha montado un vídeo conmovedor. Sobre todo porque uno no suele pensar en qué complicado es trasladar algo que se dedica a moverse de un lado a otro cuando cambias el medio de transporte. Seguro que el lector recuerda más de una vez lo extraño -absurdo también- que resulta ver un camión llevando un vagón de metro, o de tren, o un trailer con un barco encima, por la carretera. Lo mismo en este caso, en un trayecto de Madrid a Galicia que resulta clásico (incluso con la lluvia de la llegada). Impagables, claro, como siempre (me declaro fan, por si alguien no lo sabía, pero con orgullo, no como "disclaimer"), las palabras del director del MUNCYT sobre el tema. ¿Quién, tras escuchar nombres como Lope de Vega o Picasso no tiene curiosidad por meterse en esa cabina? (Gracias, Moncho, sigue así).
Son maneras, que apuntan a un museo vivo y que va a ser referencia en esto de la comunicación de la ciencia. No solo porque hayan montado un vídeo del traslado y abierto un canal en el Tubo (donde espero que vayan apareciendo los maravillosos videoclips que están montando para algunas de las piezas de la colección del museo, algunas de las cuales se exponen y expondrán en las VENTANAS que van abriéndose en otros museos de ciencia: Granada, Valencia...) Este museo nacional empieza a convertirse en algo más que un quiero y no puedo (o no me dejan), un bosquejo, un corralito, una esquinita de la nada perdida en el marasmo administrativo de un país demasiado poco amante de las ciencias, las tecnologías y las reflexiones de corte racional.
Ah, y aunque poca gente se diera cuenta de que esto sucedió hace un par de meses, algún día alguien deberá agradecerles el haber rescatado el trabajo y la ilusión de muchos chavales madrileños que vieron que, de repente, el macromontaje de la Feria de la Ciencia, convertida en escaparate y autobombo de instituciones y demás derroches de dinero público, desaparecía bajo la excusa de una omnipresente crisis. Su Fiesta de la Ciencia recuperó lo más importante: la curiosidad de los estudiantes y la pasión de unos docentes que con ellos consiguen empezar a insuflar un poco de amor hacia la ciencia. Que no es poco. Por supuesto, las 100 actividades que se presentaron por los escolares no podían rivalizar con un pabellón de IFEMA lleno de colores, ruidos y efectos multimedia. Pero esa ciencia es la de verdad, la que provoca. La que hace falta para seguir adelante.
Lo de la feria en el IFEMA ultimamente es de verguenza, no se que pasrá el año que viene pero algún año me ha tocado estar exponiendo al lado de Renfe y escuchaba cada segundo la pu*a cancioncita de Renfe y hasta los huevos. Los stands del metro siempre han sido mas raros, llenos de cosas raras y donde no entra nadie, solo suelen dar globos, eso si espacio de sobra... y la verdad que el museo se ha renovado muchisimo, aunque pasaron unos meses que estuvimos sin noticias ni nada y pensábamos que no ibamos a volver allí, sorprende mucho la nueva actividad.