artículos, escritos y demás piezas perfectamente obviables perpetradas por Javier Armentia (@javierarmentia por algunas redes)
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El hombre hizo una pausa y examinó su puro y debo confesar que a mí no me gustaba su manera de comportarse. Parecía querer sacar algo de todo aquello y avergonzar al muchacho. Al mismo tiempo, me pareció que se guardaba algún secreto para sí mismo.Pues eso... que conviene leerlo para comprobar lo inesperado en versión Dahl. Por cierto, sobreponiéndose a una traducción un poco chapucera, o así lo parece, con un castellano poco castellano, realizada por Carmelina Payá y Antonio Samons.
Miró de nuevo al americano y dijo despacio:
- A mí también me gusta apostar. ¿Por qué no hacemos una buena apuesta sobre esto? Una buena apuesta -repitió recalcándolo.
- Oiga, espere un momento -dijo el cadete-. Le apuesto veinticinco centavos o un dólar, o lo que tenga en el bolsillo; algunos chelines, supongo.
El hombrecillo movió su mano de nuevo.
- Oígame, nos vamos a divertir: hacemos la apuesta. Luego subimos a mi habitación del hotel al abrigo del viento y le apuesto a que usted no puede encender su encendedor diez veces seguidas sin fallar.
- Le apuesto a que puedo -dijo el muchacho americano.
- De acuerdo entonces..., ¿hacemos la apuesta?
- No, no, hay que hacer una buena apuesta. Yo soy un hombre rico y deportivo. Ahora escúcheme. Fuera del hotel está mi coche. Es muy bonito. Es un coche americano, de su país, un Cadillac...
- ¡Oiga, oiga, espere un momento! -El chico se recostó en la hamaca y sonrió-. No puedo consentir que apueste eso, es una locura.
- No es una locura. Usted enciende su mechero y el Cadillac es suyo. Le gustaría tener un Cadillac, ¿verdad?
- Claro que me gustaría tener un Cadillac. -El cadete seguía sonriendo.
- De acuerdo, yo apuesto mi Cadillac.
- ¿Y qué apuesto yo? -preguntó el americano.
El hombrecillo quitó cuidadosamente la vitola del cigarro todavía sin encender.
- Yo no le pido, amigo mío, que apueste algo que esté fuera de sus posibilidades. ¿Comprende?
- Entonces, ¿qué puedo apostar?
- Se lo voy a poner fácil. ¿De acuerdo?
- De acuerdo, póngamelo fácil.
- Tiene que ser algo de lo cual usted pueda desprenderse y que en caso de perderlo no sea motivo de mucha molestia. ¿Le parece bien?
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, el dedo meñique de su mano izquierda.
- ¿Mi qué? -dejó de reir el muchacho.
- Sí. ¿Por qué no? Si gana se queda con mi coche. Si pierde, me quedo con su dedo.
- No le comprendo. ¿Qué quiere decir quedarse con mi dedo?
- Se lo corto.
2007-06-19 20:45 Enlace
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En la adaptación de "Un hombre del sur" de Hitchcock, el jugador era nada más y nada menos que John Huston, que soporta uno de los travellings más acertados de la historia de la tele cuando su contrincante le acepta la apuesta. |
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Eso en la versión más moderna, en la original creo que era Peter Lorre, que desafiaba a Steve McQueen.
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No me puedo resistir, ya que ha salido el nombre de Dahl, a recomendar los libros de este autor que ha editado la colección Alfaguara juvenil.
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