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Inicio > Historias > Nota De Lectura: "Relatos de lo Inesperado", de Roald Dahl
2007-06-19
)

Nota De Lectura: "Relatos de lo Inesperado", de Roald Dahl
2007-06-19

Uno de esos momentos T4 que tengo tan a menudo últimamente me permitió encontrar una edición de bolsillo (en Compactos, de Anagrama) de esta recopilación de cuentos de uno de los narradores más prodigiosos que conozco. Otro es Paul Auster, y no es inconveniente del todo traer a ambos a colación en el mismo párrafo. En sus grandes diferencias encontramos también enormes similitudes como narradores de lo verosímil con una gran economía de medios literarios, pero a la vez terriblemente intensos. En el caso de Dahl, tenemos una literatura de corte más clásico, a veces muy clásico, con relatos en los que no es extraño el humor negro y un toque Poe de macabra ironía, casi terror, y muchas veces suspense (no es extraño por lo tanto que Hitchcock adaptara más de uno de estos relatos de Roald Dahl en sus series televisivas). Lo "inesperado" es a veces el arma homicida, un caballero estrambótico, una apuesta... Son dieciseis relatos breves, que se leen de un tirón, ideal para ir vagando de un lado a otro de la T4 entre visita y visita al panel que muestra siempre tu vuelo demorado, o cuando te toca recorrer de un lado a otro la terminal porque no paran de cambiar la puerta de embarque.

No podía, mientras leía a Dahl, dejar de mirar de vez en cuando a las gentes que estaban, posiblemente, en la misma situación de pérdida de tiempo (o de vuelo) que yo, y más de una vez creí identificar a alguno de los personajes. En un momento dado, apareció un pequeño hombre con traje blanco de lino a quien estuve a punto de preguntar si se dedicaba a apostar cadillacs a cambio de dedos...

En efecto, uno de los relatos ("Hombre del Sur") recoge una historia de apuesta curiosa: si un marine es capaz de encender 10 veces seguidas su mechero, ganará un gran coche; en caso contrario perderá el meñique de la mano izquierda. Dahl escribió este cuento en los años 50 -son de ese decenio principalmente los que pueblan estos "Relatos de lo inesperado"-, con un desenlace sorprendente, explicándolo todo en una sola frase. Tarantino retomó la historia, dándole un giro al final, para la pieza final de la película coral "Four Rooms". Creo sinceramente que el cuento de Dahl es mejor...

Rescato precisamente un fragmento de esa historia:
El hombre hizo una pausa y examinó su puro y debo confesar que a mí no me gustaba su manera de comportarse. Parecía querer sacar algo de todo aquello y avergonzar al muchacho. Al mismo tiempo, me pareció que se guardaba algún secreto para sí mismo.

Miró de nuevo al americano y dijo despacio:
- A mí también me gusta apostar. ¿Por qué no hacemos una buena apuesta sobre esto? Una buena apuesta -repitió recalcándolo.
- Oiga, espere un momento -dijo el cadete-. Le apuesto veinticinco centavos o un dólar, o lo que tenga en el bolsillo; algunos chelines, supongo.

El hombrecillo movió su mano de nuevo.
- Oígame, nos vamos a divertir: hacemos la apuesta. Luego subimos a mi habitación del hotel al abrigo del viento y le apuesto a que usted no puede encender su encendedor diez veces seguidas sin fallar.
- Le apuesto a que puedo -dijo el muchacho americano.
- De acuerdo entonces..., ¿hacemos la apuesta?
- No, no, hay que hacer una buena apuesta. Yo soy un hombre rico y deportivo. Ahora escúcheme. Fuera del hotel está mi coche. Es muy bonito. Es un coche americano, de su país, un Cadillac...
- ¡Oiga, oiga, espere un momento! -El chico se recostó en la hamaca y sonrió-. No puedo consentir que apueste eso, es una locura.
- No es una locura. Usted enciende su mechero y el Cadillac es suyo. Le gustaría tener un Cadillac, ¿verdad?
- Claro que me gustaría tener un Cadillac. -El cadete seguía sonriendo.
- De acuerdo, yo apuesto mi Cadillac.
- ¿Y qué apuesto yo? -preguntó el americano.

El hombrecillo quitó cuidadosamente la vitola del cigarro todavía sin encender.
- Yo no le pido, amigo mío, que apueste algo que esté fuera de sus posibilidades. ¿Comprende?
- Entonces, ¿qué puedo apostar?
- Se lo voy a poner fácil. ¿De acuerdo?
- De acuerdo, póngamelo fácil.
- Tiene que ser algo de lo cual usted pueda desprenderse y que en caso de perderlo no sea motivo de mucha molestia. ¿Le parece bien?
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, el dedo meñique de su mano izquierda.
- ¿Mi qué? -dejó de reir el muchacho.
- Sí. ¿Por qué no? Si gana se queda con mi coche. Si pierde, me quedo con su dedo.
- No le comprendo. ¿Qué quiere decir quedarse con mi dedo?
- Se lo corto.
Pues eso... que conviene leerlo para comprobar lo inesperado en versión Dahl. Por cierto, sobreponiéndose a una traducción un poco chapucera, o así lo parece, con un castellano poco castellano, realizada por Carmelina Payá y Antonio Samons.

Si alguien quiere saber más de Roald Dahl (desde luego, en España ha sido siempre mucho más conocido por sus relatos infantiles, maravillosos, como "Charlie y la fábrica de chocolate", "James y el melocotón gigante", "Cuentos en verso para niños perversos"...), pueden visitar esta página llena de información en usuarios.lycos.

2007-06-19 20:45 Enlace

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Comentarios

1
De: Devil's Fecha: 2007-06-19 21:25

En la adaptación de "Un hombre del sur" de Hitchcock, el jugador era nada más y nada menos que John Huston, que soporta uno de los travellings más acertados de la historia de la tele cuando su contrincante le acepta la apuesta.



2
De: Otis B. Driftwood Fecha: 2007-06-19 21:41

Eso en la versión más moderna, en la original creo que era Peter Lorre, que desafiaba a Steve McQueen.

Por cierto, Roald Dahl también fue guionista de James Bond... en la película "Sólo se vive dos veces" :-)

Y coincido con el Pez al cien por cien: era un narrador genial, pocos eran capaces de contar historias como él.

Saludos.



3
De: Jesús Fecha: 2007-06-21 08:50

No me puedo resistir, ya que ha salido el nombre de Dahl, a recomendar los libros de este autor que ha editado la colección Alfaguara juvenil.
Para mi ha sido una de las grandes satisfacciones que me ha dado mi hija cuando a los 9 años y tras leer dos de ellos me dijo: "Papá, me tienes que comprar más libros de este autor". Era la primera vez que se sentía atraída por un autor concreto y no por un personaje.
Si además esa atracción es compartida, no se puede pedir más.



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