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2002-11-25
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(Milenio, lunes 25 de noviembre de 2002,
Diario de Noticias)
En las últimas semanas he generado cierto movimiento en las secciones de opinión y cartas de los lectores de este diario, lo que siempre me asusta un poco, porque, se lo confieso, prefiero este rinconcillo de los lunes en la contraportada donde me siento más a gusto. La cosa tenía que ver con las pseudomedicinas (y en concreto una de las que últimamente está más de moda, y por lo tanto tiene más éxitos comerciales: la homeopatía). A lo largo de unos cuantos años de pasear por este diario, me he dado cuenta de que cada vez que saco este asunto a pasear, ahí llega la armada habitual de réplicas. No fallan.
Teniendo en cuenta que suelo habitualmente despotricar de tanta cosa, no deja de sorprender el enorme celo que despliegan los defensores de todo lo que suene a "alternativo" en temas de salud. Lo cual tendría su encanto si se argumentara adecuadamente, aportando sólidas razones y pruebas de esas tan puñeteras de obtener que son las verdaderamente objetivas, las que todos podríamos compartir, las que hacen avanzar, de vez en cuando, el mundo. ¿Que alguien afirma que esto o aquello funciona? Pues que lo demuestre. No es culpa mía si no lo consiguieron, o si no les apetece hacer sus deberes. Me fastidia, claro, que mientras tanto, pretendan disfrutar de una impunidad inmerecida o directamente lucrarse con ello. Y, entonces, argumento este tipo de cosas.
Lo que casi siempre me encuentro es, tristemente, que en contra de mis palabras aparecen ataques a la persona, recomendaciones del tipo "zapatero a tus zapatos", declaraciones de mi incompetencia para hablar, de mi ignorancia supina. Qué me van a contar: sólo sé que no sé nada (y ni siquiera soy el primero en decirlo) y por eso precisamente me gusta leer, me apasiona buscar las pruebas, las razones, intentar poner orden en todo lo que te van contando del mundo. Cada uno es muy libre de declararse convencido o creyente en el momento que quiera. Mi escepticismo me obliga a no quedarme tan tranquilo sentado en la comodidad de la creencia o del argumento de autoridad o de popularidad. Y, ya ven, cuando me quejo porque esas pruebas no aparecen por ningún lado, se me tacha de todo. Aviados estamos.
2002-11-25 09:30 Enlace
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Comentarios
1
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De: el peatón |
Fecha: 2002-11-25 10:15 |
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Fue un ignorante niño el que puso en evidencia la falsedad del traje nuevo del emperador. Como bien dices, no son los diplomas que cuelgan de las paredes, sino las pruebas, las que dan la razón.
Como buen peatón, sólo puedo decir que el movimiento se demuestra andando...
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