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Historias > Un Long Dimanche De Fiançailles
2005-01-30
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Vi el viernes, no podía dejar pasar el día del estreno porque uno tiene sus fetiches, y Jeunet está entre ellos, "
Largo domingo de noviazgo". Una historia que el director convierte en un Amélie-2, aunque realmente no podría ser de otra manera. Las obsesiones del director están aquí como lo han estado en todas sus películas -incluso, por paradójico que pueda parecer, en
Alien Resurrection. Con Jeunet me pasa como con Tim Burton, me siento un poco culpable por disfrutar al ser partícipe de ese universo que crean en sus películas. Se trata de un mundo muy parecido al nuestro, y sin embargo, muy diferente, en el que con cierta condición de entomólogo, se nos vivisecciona una historia, unos personajes, los mecanismos de las cosas y hasta los colores de cada momento. Es algo que encuentro muy especial. Y comprendo perfectamente sus excesos, sus retruécanos y su quehacer un tanto tramposo. Es decir, comprendo que haya gente que encuentre algo como esta película perfectamente prescindible. Sin embargo, aquí este Pez cae rendido y seguro servidor de la magia de este realizador. Y puede que en otro momento me intentara resistir al embrujo; sin embargo, encontré que sucumbiendo al mismo conseguía vivir dos horas de viaje a un paraíso. ¿No es eso, al fin y al cabo, uno de los buenos aspectos que hacen al cine algo necesario en nuestras vidas?
Esto no es una crítica a la película. No me interesan especialmente en este caso. Estoy hablando de una experiencia en la que uno se siente transportado y llega a entender que los perros se tiran pedos, que las guerras son absuredamente implacables, que las vueltas que da la vida convocan a veces estas historias imposibles pero necesarias debido a ello. Pocas veces he visto tanta crudeza en la traslación a imágenes de una guerra que fue, siempre se ha dicho, la más cruel de todas. Pocas veces he visto en una pantalla bailar un campo de cereal a finales de mayo como se ve en esta película, como se ve en la vida de verdad. La guerra implacable que tiene un paisano con su cartero, viajar en trenes, mirar a la cara de los otros, poner un anuncio... todo ello es, de repente, parte de una experiencia insoslayable. ¿No hemos buscado todos cumplir una especie de necesidad cuya consecución se nos negaba? Las miles de veces que hemos claudicado ante ello se redimen cuando entendemos que Mathilde consiguió, una vez, sobreponerse al fracaso que se daba por hecho.
Paradójicamente, la historia es detectivesca, barroca en sus detalles y conexiones. El puzzle se va montando ante nuestros ojos, pero Jeunet juega, como siempre hace en sus películas, a buscar las razones más allá de lo humano o de lo racional. Cuando uno entra en el juego, entiende por qué va cuadrando todo. Yo caí embelesado desde el primer momento. Y me da igual que
Audrey Tatou sea casi la misma mujer que en "el fabuloso destino de Amélie Poulain", o que los personajes se repitan, como repiten los actores que conforman el universo de Jeunet. Es más, lo agradezco, porque me resulta más sencillo interpretar las pistas, ir uniendo las piezas a la vez que lo desgrana la película.
¿Debo decir que me ha encantado? Es más: he tenido que esperar un día y unas cuantas horas para atreverme a escribir este elogio. ¿Por qué vuelve uno a leer algo como "El mago de Oz"? Por ahí siento que van las cosas. Hay cosas que resultan tan brillantes que hay que distanciarse de ellas un poco para poder establecer su medida. Y esta película es una de ellas. ¿Hay que añadir además que tenemos entre manos una historia de amor?
2005-01-30 01:00 Enlace
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