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Historias > Las Nuevas Familias
2004-10-09
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Transcribo el
editorial de hoy del periódico navarro Diario de Noticias:
CUANDO el debate sobre el concepto de matrimonio está desatando acaloradas discusiones que superan la tradicional semántica y se adentran en nuevos entramados jurídicos, nos topamos de bruces con una realidad que extiende todavía más el abanico de la vida en familia. Una investigación sociológica realizada en Navarra por expertos de la Universidad Pública desvela que crece ya hasta un 11% el número de familias monoparentales, y de forma más sensible la de mujeres que deciden afrontar la maternidad y la educación de los hijos sin establecer ningún tipo de relación de convivencia con una pareja. El debate, por tanto, debe huir de las ataduras morales y religiosas en las que se ha enfrascado por la dicotomía heterosexuales-homosexuales, superar los prejuicios sociales y culturales y ampliar el horizonte. A comienzos del siglo XXI, la familia ha dejado de ser una secuencia de hombre, mujer e hijos naturales, para adquirir una diversidad que, en ningún caso, debería ser fuente de problemas y enfrentamientos, sino de enriquecimiento para las personas que eligen alguno de los diferentes modelos. Ante esto, la Administración tiene que arrinconr las políticas discriminatorias; y si es obligado colaborar con las familias que deciden tener un elevado número de hijos (recientemente se quejaban de las exiguas ayudas del Gobierno de Navarra), también lo es no dar la espalda a gays o lesbianas que quieren vivir en familia (¿se les permitirá también utilizar este concepto sin que nadie se rasgue las vestiduras...?) ni ignorar a mujeres u hombres que optan individualmente por educar a niños en una visión más reducida, pero igual de válida, de entorno familiar. Es cierto que en la sociedad actual todavía es más complicado para una mujer que para un hombre salir adelante cuando elige libremente ésta última fórmula, ya que sigue estando restringida su puerta de entrada en el mercado laboral. Algo parecido ocurre con las mujeres divorciadas. Pero también habría que revisar el desamparo al que se condena a algunos hombres tras un proceso de separación. Parece claro que los nuevos tiempos deben traer de la mano disposiciones legislativas que recojan todas las sensibilidades en una nueva política de familias.
Comentaba Yabba al hilo de una historia anterior las coloristas (un decir) declaraciones de Manuel Molares do Val, periodista y director para Europa del Centro Iberoamericano de Comunicación y Estudios Sociales. Su artículo de opinión se titula Ashnas y lo publicaba el día 3 El Correo Gallego:
La mayoría de los homosexuales son personas discretas y tranquilas que no desean montar bodas barrocas ni tener hijos adoptivos.
La legalización del posible enlace entre estas parejas puede ser tan reservada y seria como su vida, y es de justicia que se les permita gozar de los derechos de los demás ciudadanos, incluyendo los de herencia o de pensión. Incluso que puedan tener hijos adoptivos bajo ciertas garantías.
Pero quienes están presentando exigencias de adopción con formas imperativas son otra clase de homosexuales: los militantes del Orgullo Gay, los que desfilan enganchados a correas perrunas, maquillados de muñecas y vestidos de marineritos.
Su forma de vida escandalosamente exhibicionista puede ser un divertido juego de adultos, pero introducir niños entre ellos como ensayo político, experimento social y escuela de vida alternativa, es tan perverso como importar aquí las granjas de ashnas de Afganistán. El exhibicionismo con el que los militantes del Día de Orgullo Gay quieren festejar el liberalismo del Gobierno recuerda el espectáculo, también de orgullo gay, que dan los temibles guerreros de la etnia mayoritaria afgana, la Pastun, pavoneándose con sus ashnas, sus efebos, esclavos sexuales.
Los dueños de los ashnas los adoptan y forman desde niños, algo que no debe olvidarse en España cuando se trata de homologar una militancia gay impúdica con las familias tradicionales.
La existencia de estas relaciones afganas invita a un debate sobre la adopción por quienes podrán cultivar niños que, para muchas asociaciones, son sexualmente útiles desde los cuatro años de edad.
Resulta espeluznante pero clarificador que quien dirige un foro que presuntamente integran periodistas que defienden las libertades pueda no ya confundir el rábano con las hojas, sino destilar tan mala baba. Comparar el tráfico sexual o la pederastia con el deseo de unos ciudadanos (y ciudadanas) de disponer de los mismos derechos que los demás es parte del programa político de los colectivos que defienden la homofobia. ¿Militancia gay "impúdica"? Ay "señor" Molares do Val, que se le ve el plumero, es decir, el odio mal disimulado. A mí, personalmente, la parada y desfile de carrozas un tanto carnavalescas del Orgullo Gay me resulta indierente, posiblemente algo innecesario y demasiado trivial cuando hay cosas tan serias por las que luchar orgullosamente. Pero desde luego sus participantes no son ni escandalosos ni impúdicos, o incluso reconociendo que pueden serlo si así lo quieren, tengo claro que ello no los hace ni mejores ni peores ciudadanos, ni les quita derecho alguno se mire por donde se mire.
Algunos quieren que los maricones sean todos del tipo
pluma pluma gay, que se les pueda reconocer claramente, porque eso da cierta comodidad a los homófobos, que nunca podrían ser confundidos con ellos. Otros quieren que, por el contrario, sean formalitos, sin pluma y sin alharacas, que no molesten y no se les vea. Que no den murga. Pues bien, unos y otros son lo mismo, en el fondo y en la forma. Lo que pasa es que ni unos ni otros tienen la razón y, afortunadamente, tampoco van a tener la ley de su parte.
Volviendo al editorial del Diario de Noticias, hay que apostar por "superar los prejuicios sociales y culturales y ampliar el horizonte". En esta, y en tantas otras cuestiones.
2004-10-09 01:00 Enlace
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