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Historias > Los Peligros Del Tomate (En Lata)
2004-05-08
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Son cosas que mejor debería uno dejarlas para su entorno más cercano, pero al fin y al cabo por eso mismo lo cuento aquí: hoy he estado bastante lisiado, por culpa del tomate. Del tomate en lata, o mejor dicho, de una lata de tomate de un kilogramo (neto) de peso. Del de oferta en el hiper, para más INRI (uno tiene un percance con un tomate de Warhol y, así son las cosas del mundo, tiene más caché...).
La cosa es que estaba yo en el hiper haciendo la compra semanal, y al coger unos botes de tomate, desplacé de su punto de gravedad a uno de los que estaban al lado, que decidió (cosas de la gravedad) caer precisamente en el empeine de mi pie derecho. El juramento que los sistemas casi autónomos de respuesta provocó asustó a unas cuantas compradoras del mismo pasillo e hizo que otros me miraran con cierta conmiseración (lo mismo alguno, reconociéndome diletante habitual, pensó en cierto tipo de justicia divina o poética). Salí de allí cojeando, eso sí: tras haber dejado la lata atacante en su sitio, que la educación no reconoce luxaciones.
Conforme pasaba el tiempo, es ley de vida, el pie fue hinchándose. Y el dolor acrecentándose (el físico, el moral había alcanzado su grado sumo justo tras el impacto y el reconocimiento de que había testigos del evento). La solución la aportó la farmacopea alopática que uno siempre considera mejor que otras alternativas (más dadas a solventar problemas del alma que los reales, por aquello de que quien en ellas no cree difícilmente encuentra cura): un gel, un vendajillo -las vendas de compresión son un artículo que nunca escasea en casa, que ya me conozco la mala pata- y diclofenaco para consolarme y, de paso, establecer cierta somnolencia reparadora.
Hoy, a pesar de todo, cojeaba ostensiblemente. Y, claro, la gente te pregunta qué ha pasado. Y entonces uno descubre que si explica lo del tomate se encuentra en un dilema, porque todo el mundo acaba riéndose, hasta yo mismo reconocía lo jocoso del asunto. Por cierto, en mi entorno la vida debe estar judicializándose demasiado: muchos de los que han oído mi triste y penosa historia han comentado si no debería hacer una demanda a la gran superficie, por si las moscas.
El médico, que ya me conoce, tras encargar unas placas por si las moscas, y reconfirmarme el tratamiento (no sin, por supuesto, reconvenirme por mi automedicación... lo que pasa es que ya me conoce y lo da por perdido), se habrá quedado con la anécdota. Yo, con el pie un tanto dolorido y el andar demasiado incierto.
Afortunadamente, poco a poco han ido remitiendo la inflamación y el dolor. Ahora, sólo queda la anécdota. Y, supongo, el bote de tomate que, lo mismo, alguien ha adquirido sin saber que ya había probado la carne humana, acaso con ello siendo de repente más peligroso. ¿Quién habló de la perversión de los objetos inanimados?
2004-05-08 01:00 Enlace
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Comentarios
1
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De: nata |
Fecha: 2008-12-02 21:48 |
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k pasa colegas oue que pasa un raton por tu casa no???? bueno a ver si escuchais la cancion en el youtube
BROCH-INFANCIA PERDIDA
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