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2004-04-04
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Ramos Y Ramas
2004-04-04


Salía esta mañana para hacer unas compras en un mercadillo dominical en el que me aprovisiono de frutas y verduras bien ricas (ahora tengo que ponerme, por cierto, a limpiar alcachofas, una de las consecuencias de estas prácticas dominicales). Y de repente vi por la calle a una niña llevando una ramita de olivo. Luego vi a otro y pensé que algo le habría pasado al olivo de la rotonda que da acceso a la urbanización donde vivo, porque si no, a ver qué... En esas disquisiciones olivareras andaba cuando de repente vi una palma trenzada y me acordé de que hoy es eso de domingo de ramos. Qué cosas: si está ya la semana santa encima, se me pasó por completo la cuaresma sin penitencia ni mucho menos propósito de enmienda.

Luego de volver del mercadillo de Landaben nos hemos ido a tomar un vermucillo al bar de los domingos, que tiene justo enfrente una parroquia, el primer edificio "social" que instalaron en esta urbanización de uvepeós, mucho antes que escuelas, centro de salud, pistas deportivas o centro sociocultural (algo de eso están ahora haciéndolo, diez años después de que el barrio comenzara a habitarse y pusieran la parroquia católica). La placita andaba llena de personas con ramos y ramas, debían salir de la misa. Y todos andaban ufanos y felices con sus palmas blancurrias.

He recordado entonces dos momentos diferentes de mi vida. Uno perdido en la infancia: en casa nunca fuimos muy de Ramos, y lo cierto es que tenía envidia de mis compis de clase con sus estrepitosas palmas trenzadas. En casa, lo de la religión era algo sin signos externos tan estrepitosos como caros. Creo recordar, aunque la memoria siempre es engañosa, que precisamente el que fuéramos cuatro churumbeles disuadía a mi madre de hacer economías para comprar esos ornamentos de un día. Un domingo de ramos, al volver hacia casa, encontré un troz de palma y la cogí, contento de tener ese año, aunque fuera de rebote, lo que otros niños tenían.

El otro recuerdo me viene de la primera vez que visité los palmerales de Elche, es decir, Elx. Desde luego, el huerto del Cura, pero sobre todo esas hectáreas de palmeral que aún rodean la ciudad, donde uno parece estar en una secuencia de Laurence de Arabia. Descubrí aquella vez que gran parte de las palmeras tenían tapada la copa, las hojas cubiertas para que no les diera la luz del sol. Me explicaron entonces que era ahí donde se conseguían esas palmas blancas para los domingos de ramos. Ya entonces me pareció una costumbre un poco bárbara, aunque entendí que entre esos cuidados y el trenzado, el precio que se pagaba por las palmas tenía razón de ser. De ser tan elevado, quiero decir. Me cuentan que las más alambicadas llevan hasta cincuenta horas de trabajo (como las de la procesión de Elx).

En fin, esas cosas... me voy a pelar alcachofas.

2004-04-04 01:00 Enlace

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