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Historias > 21 Gramos Bárbaros
2004-02-08
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(Nota: metí anoche esta historia, pero algún duende malévolo la borró... ahí va de nuevo)
"21 gramos" está bien. Muy bien. Acaso el montaje se hace innecesariamente complejo cambiando en el tiempo y en el espacio, posiblemente González Iñárritu lo plantea como un nuevo reto al espectador: "atrévete a saber qué pasa...". En ese sentido,
"Amores perros" me impresionó mucho más. En cualquier caso, merece la pena. Y desde luego, una vez más Sean Penn aparece como un maestro en el trabajo de actor. Y Benicio del Toro. Y hasta Naomi Watts. Vengo del cine, ya ven, en una semana en que he caído en dos películas de un cine de éxito que no es como el cine de éxito que llena las carteleras.
La otra, como habrán sospechado por el título, es
"Las invasiones bárbaras", una película conmovedora, desencantada en parte, y a la vez increíblemente romántica. Posiblemente si los obispos no fueran obsesos sexuales habrían hablado en su pastoral familiar de esta película como ejemplo de valores familiares. No quiero comparar una con la otra, porque hablan de universos diferentes: en cualquier caso ambas ofrecen un cine en el que uno además de entretenerse encuentra algo de chicha, no sólo fotografías y efectos especiales y bellas músicas, sino historias. Resulta curioso que con todo lo que se invierte en una película se trabaje tan poco el guión y la dirección. Que son, al fin y al cabo, el sustrato literario del cine. Como lo es la actuación de los actores, la parte teatral.
La anécdota de la primera película, además, me ha permitido esta semana hablar en diferentes sitios del doctor Duncan MacDougall, un hombre que estaba convencido de que el alma tiene un sustrato físico, y por lo tanto un peso. Así que realizó una serie de experiencias en que dejaba morir al paciente (terminal) mientras controlaba cuidadosamente su peso. Concluyó que, justo en el momento de morir, el peso disminuía en 3/4 de onza, es decir, en 21 gramos. Su artículo fue publicado en American Medicine en 1907 (
aquí se puede leer el artículo). Eran otros tiempos, claro, porque de los seis enfermos que empleó, no pudo hacer medidas en 2. Y en los otros cuatro tuvo una diferencia de pesos variable. Aunque él concluyó con sus 21 gramos y así creó toda esa leyenda.
No consta que más gente repitiera un experimento que, al fin y al cabo, no concluía nada. Pero MacDougall sí lo hizo. Ideó un control para el asunto: perros que, no teniendo alma (en su creencia) no perderían gramillos al morir. Así que hizo la experiencia con 15 perros, pero por lo que sabemos, en el caso canino no eran animales a los que les tocara morir, él provocó la muerte de los mismos. Otra cosa que hoy nadie podría hacer. Lo cierto es que según MacDougall los perros no perdían repentinamente peso. Resulta curioso pensar que toda esta historia del peso del alma viene de un experimento poco concluyente y además mal realizado. Lo que pasa es que suena tan apasionante que...
Los 21 gramos, en cualquier caso quedan como metáfora que emplea González Iñárritu magistralmente para mostrarnos los últimos momentos de la vida del protagonista. Podrían haber sido también parte de alguno de los comentarios ácidos del profesor universitario que se enfrenta con su propia muerte en compañía de sus seres queridos.
2004-02-08 01:00 Enlace
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